El yagé une el mundo físico con el espiritual, su preparación y consumo, guiados por taitas y chamanes, simbolizan la conexión con la tierra y lo invisible. La comprensión de su herencia es fundamental para apreciar su impacto en la psique y el universo.
La preparación para la ceremonia de yagé fue un proceso en el que, aunque hubiera deseado más tiempo para prepararme, no quise desaprovechar el llamado. Al llegar al retiro, la anticipación y la reverencia eran intensas. El taita y sus ayudantes nos introdujeron a una experiencia de introspección profunda, enfatizando la importancia de confiar en el proceso.
Mi experiencia personal con el Yagé
- Durante la ceremonia, viví momentos de introspección y conexión profunda. Los sonidos de los demás participantes inicialmente me incomodaban, pero con el tiempo me vi reflejado en cada uno de ellos, transformando mi disgusto en amor y gratitud hacia los mismos.
- Entendí la importancia de vivir cada día con plenitud y recordé a mi padre y a mí mismo la necesidad de rezar por nuestros difuntos y por aquellos que nos apoyan día a día. Tambien, reflexioné sobre la necesidad de trabajar en mi impaciencia y aprendí que el frío no esta en mi contra, sino un estado que puedo controlar con la respiración.
- Recibí un mensaje claro sobre la necesidad de establecer expectativas correctas con los demás y la importancia de cuidar nuestras palabras.
- Una visión del volcán Galeras, rodeado por un inmenso océano, me recordó la interconexión de todo en el planeta.
- En la búsqueda de entender mi dificultad para el contacto físico con mi madre, una visión me llevó a una escena rural donde la separación de un ternero de su madre me hizo reflexionar sobre mi propia separación temprana de mi madre debido a una enfermedad.
- Mi mentora y consteladora, Yolanda, interpretó una pesadez que sentia en mi mano izquierda como un símbolo de mis relaciones pasadas, mi madre y mi pasado. El yagé me ayudó a liberar culpas que no me pertenecían, aliviando mi espíritu.
- Tuve la oportunidad de contribuir al proceso del buen morir de mi padre. Yolanda, al sentir el frío de la muerte y una pena profunda de mi padre, purgó estas emociones, facilitando su sanación.
- Mis objetos personales, como mi ukelele y maletín, se transformaron en mi hogar y en símbolos de gratitud.
- Visiones de ciudades perdidas en las cimas de montañas y la capacidad de pintar el cielo con nubes usando mi creatividad e imaginación me llevaron a experiencias nunca antes vividas.
- Experimenté un renacimiento, viendo el volcán despejado y hermoso, y me sentí feliz de estar rodeado de campesinos y gente de la región. Agradecí a mis padres y ancestros por darme la vida.
- Después de la ceremonia, experimenté una sensación de libertad y alegría, como si estuviera surfeando en las montañas.
Al concluir esta travesía, lo entendí claramente: Había nacido de nuevo. Este viaje con el yagé no solo fue una exploración de las profundidades de mi ser, sino también un despertar a las conexiones y realidades que trascienden lo cotidiano. Que afortunado me siento de haber tenido mi primera ceremonia en la tierra que me vio nacer.